Rosa Mística

03.04.2018

A María se le relaciona con las flores, en especial con la rosa, por considerarse, la reina de las flores. La rosa es símbolo y figura de la Virgen María. La rosa es, más que todo, por su delicado perfume, la reina de las flores, el ornato de nuestros jardines, el principal decoro de la primavera.

La rosa nace, crece y se vuelve una hermosa flor, rodeada de espinas. Así María nació, creció y se volvió una hermosa joven santa, que sería después Madre de Dios, pero a la vez sufriría por esas espinas, como lirio entre cardos, como dice el libro del Cantar de los Cantares. Sufrió pobreza, persecución, huida a Egipto, y dolor por la muerte de su Hijo.

Es bella como una rosa, y es Mística porque su alma esta colmada de la gracia de Dios, y aunado a esto, que la Trinidad descendió sobre ella: El Padre la cubrió con su sombra, el Espíritu Santo descendió sobre ella y el Hijo habitó en ella.

María es también la Rosa Mística porque es la rosa de Jericó, "crecí como palmera y broté cual rosa de Jericó" (Sab, 24,24); las rosas de Jericó tienen la particularidad de cerrarse cuando están secas y abrirse con un verde luminoso cuando tienen humedad; así será María y volverá, radiante y luminosa, en el final de los tiempos, habiendo sido humilde, paciente, discreta, contemplativa, mística,... como la rosa de Jericó cuando está seca.

La rosa, que se abre en la primavera, es precursora del verano. María Santísima floreció tras la llegada de Cristo, y florecerá aun más en la primavera del mundo; Ella nos anunció, nos prometió y aun más, nos dio a Jesucristo, restaurador del mundo.

La rosa nace, crece, abre sus hermosas hojas, esparce su suave fragancia entre las espinas; éstas la rodean y la envuelven por todas partes; María nació, creció, llegó a su singular perfección entre muy punzantes espinas. Las adversidades, los más grandes dolores, la pobreza, los peligros, las persecuciones, la elevaron a una sublime santidad.

Rosa Mística, Misticismo, los dos términos derivan del griego Mysticós, que se refiere al misterio o secreto. En la práctica se usan ambos como sinónimos designando tanto el estado contemplativo en que se sumerge el alma en su tender a Dios, como la doctrina que trata de esas manifestaciones espirituales.

Estado espiritual del alma que, colmada de la gracia santificante y purificada del pecado, se eleva a Dios por un acto de amor, en el que le es dado tener la experiencia de lo Divino.

En sus distintos grados, que van del recogimiento interior hasta la unión perfecta del alma con Dios, la vida Mística se resume en un intenso y fervoroso acto de amor.

Grandes místicos y místicas figuran en la tradición católica de todos los siglos, ej. San Bernardo, San Buenaventura, Sta.. Catalina de Siena, S. Francisco de Sales, Sta.. Margarita María Alacoque, S. Juan de la Cruz, Sta. Teresa de Jesús, Sta. Teresita del Niño Jesús, etc.

María Santísima vivió y experimentó en su propio ser el insondable misterio de la Encarnación del Divino Verbo en su Purísimo Seno; ¡en qué estado de Mística contemplación viviría Ella esos nueve meses!

Ya en la Visitación a su prima María, en una oración contemplativa nos enseña el Magnificat; en el nacimiento de Jesús, donde describe, en la aparición de San Nicolás, cómo sucede el nacimiento de Jesús tras una oración contemplativa, sin dolores de parto.

Tras la muerte de Jesús, María se encierra en una oración contemplativa, a través de la cual ayuda a su Iglesia en su crecimiento.

Cómo en sus apariciones María nos enseña a rezar, con pasión, con calma, contemplando especialmente los Misterios del maravilloso Rosario, sin prisas, nos enseña a adorar y contemplar la Eucaristía, lo que demuestra que es la Gran Rosa Mística de la Iglesia.

María habla de Ella misma, no ya como rosa, sino como un jardín:

  • "El Espíritu Santo es el único jardinero en este sagrado recinto. (...) Mi jardín es de su exclusiva propiedad es quien lo riega y lo ilumina y es Él el quien hace crecer en él las flores más bellas, dándoles perfume y color.(...) Después suavemente os iré cultivando a cada uno de vosotros hasta convertiros en un jardín, en el que como el mío, pueda reflejarse el divino esplendor de la Trinidad".
  • "Y sobre vosotros, en la medida que os abráis a la Luz de Dios, voy derramando el bálsamo de mi perfume: la humildad, la confianza, el abandono".