Virgen Prudentísima

15.04.2018

Alguien prudente es alguien reflexivo, alguien que piensa las cosas o analiza detenidamente algún suceso. Prudencia es cautela, es moderación, sensatez, buen juicio. Así era María, cautelosa y reflexiva.

Ante el anuncio de que concebirá al mismo Hijo de Dios, permanece constante en la resolución de su virginidad. Ella no es incrédula como Zacarías, sabe por el Profeta Isaías que el Divino Mesías prometido ha de nacer de una virgen, pero pregunta el cómo, requiere una explicación, ésta es prudencia sobrenatural y divina.

Con este título, la Iglesia tributa a María un gran elogio, pues la prudencia es la primera de las virtudes cardinales y es la virtud moral que consiste en discernir y distinguir lo que es bueno para seguirlo o malo para apartarse de él. Prudencia es cautela, es moderación.

La vida cristiana sin la prudencia pierde toda belleza, toda fecundidad de bien. La prudencia, virtud moral se adquiere de ordinario con los años. María es tanto más digna de alabanza porque fue prudentísima desde su tierna edad; excepcional prudencia más celestial que terrena, más infundida por Dios que adquirida con el estudio, con la práctica o con la edad.

Sólo observando las pocas citas en el Nuevo Testamento sobre Ella es indicación de su prudencia. No quiso para sí ningún protagonismo. Su humildad absoluta y prudencia es lo que mata a Satanás, soberbio, impaciente, arrogante, altivo.

Precisamente como cabeza de la Iglesia María recuperará su protagonismo y esplendor tras el Maranathá, reinará definitivamente con la intermediación de Dios.