Reina elevada al Cielo

07.03.2018

El Papa Pío XII, el día 1°. de Noviembre de 1950, dijo: "Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces e invocar la luz del Espíritu de la verdad, para Gloria de Dios Omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia, para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte, para acrecentar la Gloria de esta misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, por la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y por la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser Dogma de Revelación Divina que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la Gloria Celeste".

Continua el Papa Pío XII "Por lo cual, como la gloriosa Resurrección de Cristo fue parte esencial y signo final de esta victoria, así también para María Santísima la común lucha debía concluir con la glorificación de su cuerpo virginal, porque como dice el apóstol San Pablo: cuando este cuerpo mortal sea revestido de inmortalidad, entonces sucederá lo que fue escrito: la muerte fue absorbida en la victoria" (la. Cor. 15.54).

Asunción significa que María fue llevada en cuerpo y alma al cielo por el poder de Dios, a diferencia de la Ascensión del Señor, que lo hizo por su propio poder.

La Asunción de María ocurre inmediatamente después del término de su vida mortal; la Asunción de María no se aplaza hasta el final de los tiempos, como sucederá con todos los hombres.

Su Cuerpo santísimo no sufrió descomposición alguna, como ocurre con los cadáveres.

Este es el elemento esencial del dogma de la Asunción: La glorificación celeste del cuerpo de Santa María

Puesto que María, por su Inmaculada Concepción estuvo exenta de todo pecado, no quedaba sujeta a la ley de padecer la corrupción del sepulcro -castigo del pecado- ni por consiguiente tampoco tenía necesidad esperar la redención de su cuerpo hasta el fin de los tiempos.

Si Adán y Eva introdujeron en el mundo la muerte del alma, que es el pecado y con él también la muerte del cuerpo que es la corrupción; Cristo por el contrario, introduce la vida del alma -que es la gracia-, y la inmortalidad del cuerpo por medio de la resurrección.

Por estas dos consideraciones, María que es Madre de Cristo y Madre de los hombres, es lógico que la causa de vida y antídoto contra la muerte, Ella, no permanezca en el sepulcro presa de la misma muerte.

"No era tampoco admisible que Tú, Vaso que contuvo a Dios, fueses disuelta en el polvo de la corrupción, que destruye todos los cuerpos... Era necesario que la Madre de la Vida cohabitase con la Vida y recibiese la muerte como un sueño y, en tanto que Madre de la Vida, fuese su traslado como el despertar"

(San Germán de Constantinopla, Homilía in Dormitionem B.V. Mariae).